Sant Mateu - Ruta de Sant Mateu -

Murallas

La primera referencia a Sant Mateu antes de la conquista cristiana, aparece en el año 1195, en un documento en el que Alfonso II dona Benifassá y todos sus territorios a la Catedral de Tortosa, entre los que aparece Sancto Matheo. Conquistada por la Orden de Hospital en 1233, el enclave recibe carta de población en 1237.

Sant Mateu obtiene permiso para celebrar feria en 1255. La Orden de Montesa sustituye a la del Hospital en 1319 y permanecen como señores del lugar hasta 1587, donde instalan la residencia oficial de los maestres de la Orden.

El origen del nombre de esta población está revestido de un halo de leyenda y de versiones dispares. Por un lado existe la versión de que Jaume I, en su paso por la zona, camino de Peñíscola, y ante la fertilidad del lugar decidió que se construyera una ciudad.

La otra indica que Jaume I no había escuchado misa ese día; al coincidir con la festividad de San Mateo, decidió en su memoria, poblar el lugar. Otra versión indica que, cuando los primeros pobladores cristianos organizaron sus casas en torno a la actual Plaza Mayor, pidieron al Señor que les indicase en nombre que debían ponerle. Y aquí hay dos relatos distintos. Uno habla del hallazgo de una imagen de Sant Mateu durante las excavaciones y otro de una piedra con la inscripción Santus Matheus.

En cualquier caso, el lugar bien merecía una ciudad ya que las descripciones antiguas hablaban de una zona llena de "grandes y espesas plantas de azebuches, matas y zarales que se hazía un bosque muy fragoso, abitado de feroces y bravos animales. Y en las partes más hondas donde havía umedades y aguas, havía muchos juncos y espadañas y otras yervas lagunosas, por todo lo qual la fertilidad de la tierra y buen suelo se mostrava", según recopiló el historiador y cronista Martí de Viciana en 1563.

La crónica de Jaume I

“El día que salimos de Teruel pasamos por el campo de Monteagudo y nos dirigimos a Villaroya, que es del Hospital: el día siguiente, antes de amanecer, nos levantamos y emprendimos la vía de un lugar llamado Astorella, que ahora tiene población; luego pasamos por el río de las Truites, saliendo a la cañada de Ares; de aquí al puerto de Prunells, a Salvasoria y Atemí; atravesamos el llano de San Mateo, que entonces era yermo, y venimos a parar por último junto al torrente que pasa más arriba de Cervera; resultando así, que a hora de vísperas, después de puesto el sol, nos hallamos ya cerca de Peñíscola, a la otra parte de las viñas sobre Almarge”.
(Crónica, cap. 183)