La ermita de Sant Pere y don Blasco de Alagón
Cuenta la tradición que una noche, Don Blasco de Alagón, atravesaba la montaña desde Riu de Truites (Vilafranca) en dirección a Morella cuando fue sorprendido por una fuerte nevada. Era casi imposible caminar y la situación era peligrosa.
De repente, en medio de la tempestad se atisbó una pequeña luz y el sonido de una campanilla que había colocado el asceta que vivía en la ermita de Sant Pere, en Castellfort. Como tantas otras noches intempestivas, trataba de auxiliar a los posibles viajeros perdidos en la montaña.
Don Blasco de Alagón partió al día siguiente con sus acompañantes y cuando oyó de nuevo el sonido de la campana clavó su espada en el suelo señalando el lugar donde se colocaría una cruz de piedra en señal de agradecimiento, prometiendo, además, que construiría un lugar de culto mayor que el que allí existía.