Las heridas de flecha
Durante las batallas una de las heridas más habituales era la provocada por las flechas. Extraerlas del cuerpo no era tarea fácil. Recurrir a unas tenazas era frecuente y si esta opción no funcionaba se recurría al empleo de una ballesta armada que intentaba propulsarla al exterior.
Si estos intentos fallaban no había más remedio que mantener el proyectil en el interior del cuerpo, serrar el astil que sobresalía y esperar que el organismo hiciera su trabajo. En la mayoría de los casos esta situación era letal.