La difícil repoblación de los castillos
Los nuevos pobladores optaron por instalarse en los llanos y las alquerías, mucho más fértiles y mejor comunicados.
Uno de los problemas habituales en las décadas siguientes a la conquista cristiana fueron los asentamientos de los nuevos pobladores. Las continuas revueltas mudéjares aconsejaban la construcción de viviendas en el interior de los castillos. El inmenso núcleo de población musulmana de la zona quedaba reflejado en el hecho de que, en Eslida, en el siglo XIII, únicamente se realizaba el culto cristiano en una pequeña capilla habilitada en el castillo puesto que, salvo los ocupantes del castillo y el tabernero, toda la población era musulmana.
Sin embargo, los llanos y las alquerías eran mucho más fértiles y estaban mejor comunicados, por lo que la mayoría de los nuevos ciudadanos optaba por instalarse en estos espacios. Además, los repobladores no querían permanecer bajo la jurisdicción del alcaide del castillo.
Sólo con el procedimiento de la ordenanza y con la llamada a nuevos pobladores se consiguió la repoblación de las fortificaciones. En Corbera, Pedro III instó a la población a trasladarse al castillo en 1281 y, visto el escaso eco de esta resolución, Jaume II tuvo que insistir en la medida, entre 1304 y 1307. No obstante, todos los males desaparecieron al reducir el poder de los alcaides y su capacidad de acción sobre los habitantes del recinto. Con posterioridad, y consolidada la repoblación, Jaume II ordenó, además, instalar dentro del castillo, la iglesia, la curia y la notaría.