El control de la prostitución
La prostitución urbana gozaba de un espacio propio, controlado por las autoridades locales, que se organizaba en torno a los burdeles.
Uno de los objetivos de la sociedad medieval, tanto valenciana como peninsular, fue el control sobre la prostitución, bastante arraigada entre la sociedad. Aunque la iglesia estaba en contra de las relaciones extramatrimoniales, no se oponía de manera abierta a esta práctica.
Las razones de este control no eran tanto de índole moral o religiosa, como de carácter económico y social. La prostitución estaba sometida a un cierto nivel de organización, del que formaban parte las alcahuetas (mujeres ancianas o de mediana edad), los rufianes (que proporcionaban los clientes), los proxenetetas y las propias meretrices.
También formaban parte de este negocio los hostaleros, que proporcionaban sustento y alojamiento a las prostitutas, además de facilitarles préstamos. A las prostitutas se les obligaba a vestir y distinguirse del resto de las mujeres, así como a decorar el pelo con una corona de flores o de otra planta.
La prostitución urbana gozaba de un espacio propio, controlado por las autoridades locales, que se organizaba en torno a los burdeles. En Valencia funcionó desde 1325, situado en un arrabal que, con el paso del tiempo, fue aislado mediante muros y puerta de acceso, conociéndosele con el nombre de "Pobla de les fembres pecadrius".
Ya en el año 1453, Juan II, declaró el burdel bajo protección real, creando una policía especial para el prostíbulo. Los burdeles estaban sometidos a exámenes médicos semanales para controlar a las mujeres enfermas y evitar los contagios entre la clientela.
Vinculado al desaparecido convento de Santa María Magdalena existía también en Valencia la Casa de les Repenides, una institución social, dedicada a albergar a prostitutas, mujeres víctimas de estupro, adúlteras, o viudas alegres.
El edificio fue construido en 1354 por la religiosa Na Soriana y se mantenía gracias las contribuciones ciudadanas y a los cepillos parroquiales. Durante la Semana Santa las prostitutas estaban obligadas a encerrase en la casa, donde las religiosas trataban de inducirlas al arrepentimiento y al cambio de vida.