Jaume I abdica en favor de su hijo Pedro y acoge la orden del Císter
La ciudad de Alzira fue testigo de la abdicación y fallecimiento del monarca camino de Valencia.
Algunos de los momentos más emotivos de la vida de Jaume I se concentran en los últimos días de existencia. Entre éstos destaca la despedida que tiene con su hijo Pedro.
Enfermo y consciente de su final, lo convoca en la ciudad de Alzira para traspasarle la herencia del Reino. En la casa real, hoy en ruinas, abdica en su favor y, en una ceremona cargada de simbolismo, viste los hábitos del Císter, que le deberán acompañar al monasterio de esta orden en Poblet, lugar donde decide ser enterrado junto a sus antepasados.
El relato de la Crónica pormenoriza con sencillez estos acontecimientos:
"Conociendo Nos entonces que continuaba agravándose de día en día nuestra enfermedad, enviamos un mensaje a nuestro hijo el infante En Pedro, para que compareciese personalmente en Algecira (Alzira); - y sabiendo él en qué estado nos hallábamos, salió en seguida de Játiva, vino a donde Nos estábamos, y la misma noche que llegó, se presentó a hacernos reverencia, como debe hacerla un buen hijo a su padre". (Crónica, cap. 561)
"Al día siguiente volvió a vernos; juntos oímos misa; y luego de concluida esta, en presencia de muchos ricoshombres caballeros y ciudadanos que allí había, le dijimos: que nuestro Señor nos había favorecido muy particularmente en este mundo, más que a todos nuestros enemigos; pues había permitido que reinásemos en servicio suyo por espacio de más de sesenta años, los cuales no había memoria de que los hubiese reinado ningún rey, desde David o Salomón".(Crónica, cap. 562).
"Acogió el infante con sumisión todos nuestros consejos y… antes de que se partiese, delante de él y de todos los ricoshombres, caballeros y ciudadanos que habían oído nuestras palabras, renunciamos el reino a favor suyo, instituyéndole nuestro universal heredero en todas nuestras tierras… vestímonos luego el hábito del Cister, hicimos nuestra profesión en aquella orden. Cumpliendo en seguida nuestro hijo las órdenes que acabábamos de darle, se despidió de Nos, y con él los ricoshombres y caballeros que le acompañaban, derramando todos abundantes lágrimas; y se volvieron á Játiva para guarnecer y guardar aquella frontera".(Crónica, cap. 565)
Estas escenas se producían unos días antes de la muerte del Conquistador, el 27 de julio de 1276. La ciudad de Alzira lo vió agonizar camino de Valencia, donde sería enterrado de forma temporal hasta su destino definitivo en tierras tarraconenses.