San Pedro Nolasco y la Virgen del Puig
Su figura está íntimamente ligada a Jaume I y la conquista de València.
La figura de San Pedro Nolasco, fundador de la Orden de la Merced, está íntimamente ligado a Jaume I, la conquista de Valencia y la iglesia de Santa María del Puig.
El relato histórico nos remonta al año 1237, con el ejército cristiano instalado en el cerro del Puig y preparando el asalto a la ciudad de Valencia. La famosa batalla del Puig, en la que las escasas huestes del monarca rechazaron el embiste de las tropas musulmanas de Zayyan, rey de Valencia, tuvo un sabor agridulce. El milagro de la victoria, con la cooperación legendaria de San Jorge, queda empañado por la muerte del tío de Jaume I, Guillem de Entenza, responsable de la defensa del enclave cristiano.
El mes de agosto de ese mismo año, Pedro Nolasco, que acompañaba a las huestes del monarca, sigue unas luces del cielo que lo conducen hasta los restos de una vieja iglesia de tiempos de los godos, entre cuyos escombros hallan una campana que protege una estatua tallada en piedra con la Virgen y el Niño en brazos. Sin dudarlo, el lugar es puesto bajo la protección de la Virgen María.
El relato de la conquista prosigue. Jaume I llega al Puig tras la muerte de su pariente y encuentra una tropa desmoralizada. Unos frailes le advierten de que los soldados han decidido abandonar la posición tan pronto como el monarca salga del lugar.
Con 30 años y un convulso reinado a sus espaldas, Jaume convoca a todo el mundo en la ermita del castillo, que ya portaba el nombre de Santa María, la Virgen a la que ha encomendado el amparo de su causa, y se reafirma en su propósito de conquistar Valencia.
Consolidada la toma del reino, y en reconocimiento a su protectora, Jaume I dona a los mercedarios la iglesia de Santa María para la fundación de un convento y nombra a la Virgen del Puig, patrona del Reino.
Un santo dedicado a la redención de cautivos.
San Pedro Nolasco, nacido en Mas de Saintes Puelles en 1180, era hijo de unos mercaderes instalados en Barcelona. Su experiencia como comerciante le pone en contacto con la realidad de los cristianos cautivos en tierras musulmanas y decide dedicarse a su liberación. Junto con un grupo de compañeros que comparten su inquietud, renuncia a todos sus bienes y dedica su vida a este cometido. Todo esto sucede hacia el año 1203.
La profesión de los mercaderes es de gran utilidad ya que tienen fácil acceso a los países musulmanes, eran conocidos y, durante siglos, son los únicos intermediarios para el rescate de cristianos en tierra de moros y de moros en tierra de cristianos.
La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, Pedro tiene una visión de la Virgen, que le lleva a convertir a este grupo de laicos comprometidos en la Orden Religiosa Redentora, reconocida por Jaume I en el derecho civil de su reino.
La orden lleva a cabo su labor recolectando limosnas y obteniendo donaciones. Cuando el dinero falta, el redentor queda obligado a entregarse como rehén y expuesto a dar la vida con tal de liberar al cautivo.
Reconocida por Gregorio IX en 1235, le impuso la regla de San Agustín y el hábito blanco, mientras que Jaume I propuso la inclusión del escudo real del reino y una cruz blanca sobre éste.
En vida del santo, la orden contaba con 100 frailes y 18 conventos, extendidos por el reino de Aragón y el sur de Francia, habiendo rescatado hasta su muerte 3.920 cautivos.
El 6 de mayo de 1245, en el convento de la Merced de Barcelona, fallece Pedro Nolasco, en 1628 es canonizado y en 1664 se fija su celebración litúrgica el 29 de enero.
Coetáneos mercedarios de San Pedro Nolasco fueron San Ramón Nonato, San Pedro Pascual, San Pedro Armengol y Santa María de Cervellón.
De todas las propiedades de la orden en el reino de Valencia, además del Monasterio de Santa María del Puig, ha quedado en pie el de Santa Lucía de Elche, fundado en 1270 por el infante don Manuel, que cedió a los mercedarios los baños viejos situados en la puerta de la Calahorra, junto con el cementerio de los moros, adyacente a los baños árabes.