Abu Yahya, último valí musulmán de Mallorca

Palacio de la Almudaina (Palma de Mallorca)
Palacio de la Almudaina (Palma de Mallorca)

La imposibilidad de llegar a un pacto con Jaume I provocó una cruel conquista de la ciudad.

Abu Yahya (Abu-Yahya Muhammad ibn Ali ibn Abi-Imran at-Tinmalali) es el último valí de la Mallorca musulmana, derrocado por Jaume I tras la conquista de la ciudad el 31 de diciembre de 1229.

En 1208 es nombrado máximo gobernante de unas Baleares en manos de los almohades. Abu Yahya se hace fuerte en este enclave mediterráneo y contraviniendo la costumbre almohade de cambiar cada cierto tiempo a sus representantes, resiste la presión y logra mantenerse al frente de un territorio que gobierna de forma independiente.

La derrota sarracena de 1212 en las Navas de Tolosa hace que la progresiva desintegración del poder musulmán  lo consolide como dueño indiscutible del archipiélago balear.

La Crónica árabe de la Conquista de Mallorca describe el gobierno de Yahya con luces y sombras. Parece ser que el valí tuvo un primer periodo de transparencia, donde cuidaba especialmente el trato a sus ciudadanos. En cambio, se empieza a entrever una de sus debilidades: “la acumulación de bienes terrenales y el interés por las vanidades del mundo”.

El progresivo deterioro del territorio musulmán, sobre todo tras la derrota en las Navas de Tolosa, inicia un proceso de desconfianza hacia cualquier tipo de disidencia interna. Abu Yahya da muestras de nepotismo y arbitrariedad en los asuntos de gobierno. El malestar en el reino de Mallorca es cada vez más palpable y los actos de represión constantes.

Las tensiones entre los andalusíes y los almohades van creciendo hasta provocar una conspiración para eliminar al valí que es descubierta y desbaratada en el último momento. La venganza de Abu Yahya es despiadada. Los intrigantes capturados son ejecutados, sus cabezas quedan expuestas al aire libre en las cuestas de la ciudad y llevadas en procesión por las calles. Todo ciudadano sospechoso es eliminado y sus bienes incautados.

Abu Yahya trata de mejorar una popularidad en declive y otorga una tregua a sus oponentes, cuya finalidad no es otra que la de hacer bajar la guardia a sus enemigos, para caer después sobre ellos de manera implacable.

El arbitrario asesinato de los sobrinos de un apreciado prohombre de la ciudad aglutina a gente poderosa y respetable de la capital musulmana temerosa de la represión indiscriminada que estaba llevando a cabo Abu Yahya. Una situación que será de provecho para Jaume I en la conquista de la ciudad.

A mediados de septiembre de 1229 el valí ha ordenado traer en su presencia a cincuenta ciudadanos preeminentes y acaudalados. Una cita que presagia un final dramático para los retenidos. Durante el careo en el palacio de la Almudaina un jinete irrumpe de forma abrupta. Abu Yahya recibe la noticia de que las tropas cristianas al mando del monarca aragonés han desembarcado en la playa de Santa Ponça. No es momento para ejecuciones, perdona  la vida de los presentes y los inquiere para la defensa de la ciudad. El propio valí se pone al frente de los contingentes que deberán cortar el paso a los cristianos en la sierra de Porto Pí (hoy denominada de Na Burguesa).

La derrota de Abu Yhya en la batalla de Santa Ponça, el 12 de septiembre de 1229, lo obliga a pertrecharse tras los muros de Madina Mayurqa y prepararse para el asedio.

El valí resiste los primeros embistes, pero contempla con impotencia como Jaume I recibe ayuda de súbditos propios, descontentos con crueles años de gobierno, Las propias fuerzas van menguando y Abu Yahya trata de negociar, sin éxito, una rendición pactada. La lucha final se prevé encarnizada y letal para los perdedores. 

La huida a las filas cristianas de uno de los hijos del valí mengua, aún más, la confianza en la victoria. El padre, que desconoce la oculta rebeldía de su hijo, lamenta su actitud. La colaboración del vástago con los cristianos es relatada con detalle en la crónica musulmana:

"Casualmente, el día de la evasión de su hijo una piedra de almajaneque cayó sobre el solio del padre y casi lo mata… Se dijo que el hijo, obedeciendo a su actitud descarriada, señaló el lugar donde se hallaba su padre, de manera que el artillero supo bien a donde apuntar el disparo”. 

El día del combate final hay un cuerpo a cuerpo entre cristianos y musulmanes en gran parte de calles y casas de la ciudad. El valí está al frente de sus tropas hasta que constata la pérdida definitiva de la ciudad.

Abu Yahya se esconde en una casa particular, lejos del palacio real. Delatado por los suyos, es capturado y entregado a Jaume I, que lo mantiene con vida.

A partir de este momento la narración musulmana nos cuenta que Abu Yahya fue sometido a tortura extrema, con el único fin de averiguar el paradero de su inmensa fortuna.

“Vivió cuarenta y cinco jorna­das en un terrible suplicio y en tal horror que su intensidad habría hecho fundir el hierro. De día y de noche fue sometido a diferentes tipos de tortura, habiendo de soportar diver­sas atrocidades”.

Cuentan cómo fue tras­ladado a una de las fortalezas de la isla donde se habían hecho fuertes algunos de los suyos. Los cristianos le obligaron a convencerlos para que se rindiesen. Ante la negativa del valí, uno de sus hijos, de dieciséis años de edad, fue dego­llado ante sus ojos. Trajeron después al otro, que optó por convertirse al cristianismo, salvando la vida.

"El rey de los rüm (Jaume I) autorizó a la familia a que lo lavasen y sepultasen, comunicándoles que todo lo que había ocurrido no se había realiza­do, ni con su aquiescencia, ni por indicación suya”.

 

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